El lanzamiento de Killari, el más reciente sencillo de la banda chilena Mawiza, vuelve a poner sobre la mesa el valor de la diversidad lingüística en la música. Cantada en mapudungun y acompañada por una potente carga sonora, la canción no solo destaca por su fuerza musical, sino también por su apuesta por reivindicar una lengua originaria históricamente marginada. Mawiza demuestra que el metal puede ser una herramienta para visibilizar culturas ancestrales, tender puentes y reafirmar identidades.
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La música tiene esa capacidad inagotable de conectar personas más allá de las barreras del idioma, la geografía o el contexto cultural. En el mundo del rock y el metal, esta apertura se ha manifestado de formas cada vez más interesantes, con artistas que adoptan o preservan sus lenguas maternas para dar mayor profundidad y autenticidad a sus propuestas.
Uno de los ejemplos más notables ocurrió hace unos años en la televisión holandesa, donde Anneke van Giersbergen (exvocalista de The Gathering) participó en un programa junto a otros cantantes de distintas raíces culturales. En él interpretaban canciones significativas para su historia personal o familiar. La versión más destacada fue una interpretación de “Jest Oldu”, una balada originalmente cantada en turco, reimaginada con una sonoridad completamente distinta y parcialmente traducida al inglés. La emotiva dedicatoria fue para Karsu, cantante turco-holandesa que también ha explorado puentes culturales a través de su música, como cuando versionó el clásico Hijo de la Luna de Mecano en el mismo programa.
Otro caso representativo es el de Thy Catafalque, proyecto liderado por el músico húngaro Tamás Kátai, radicado en Escocia desde hace más de una década. Con una evolución musical que partió del black metal hacia terrenos más experimentales, su obra ha sido catalogada como avant-garde, aunque esa etiqueta a veces se utiliza de forma ambigua o incluso peyorativa. En su disco Naiv (2020), Kátai entrelaza elementos de folk húngaro, krautrock, rock progresivo, música clásica y hasta funk, demostrando que las mezclas improbables pueden dar lugar a obras notables. A pesar de su residencia en el extranjero, ha mantenido el húngaro como idioma central en sus composiciones, reforzando así el vínculo con sus raíces. También ha incorporado influencias externas, como en Sgùrr (2015), álbum inspirado por las tierras altas escocesas, cuyo título proviene del gaélico local.
Este fenómeno puede entenderse también en un contexto más amplio, vinculado a la diáspora y a la preservación de la identidad cultural. A lo largo de la historia, distintas comunidades desplazadas han conservado sus tradiciones, siendo el idioma uno de los elementos más resguardados. En la música, esto se ha reflejado en producciones que no solo abrazan lo autóctono, sino que lo integran con las influencias del entorno contemporáneo.
La riqueza de estas fusiones lingüísticas no solo aporta variedad estética, sino que también desafía prejuicios culturales y abre nuevas posibilidades expresivas dentro del rock y el metal. Para algunos artistas, cantar en su idioma nativo no es un acto de rebeldía, sino de honestidad artística: es la lengua en la que piensan, sueñan y sienten. En una industria global que muchas veces privilegia el inglés como lengua franca, estas propuestas se vuelven una forma de resistencia creativa.
Además, el uso de lenguas menos difundidas no impide la conexión emocional con el oyente. Por el contrario, muchos escuchas reportan una experiencia aún más intensa cuando no comprenden del todo la letra: la voz se convierte en un instrumento más, y la música trasciende lo literal para llegar a lo sensorial. La fonética, la cadencia y la intención interpretativa comunican tanto o más que las palabras mismas.
Algunos ejemplos notables de canciones de rock o metal cantadas en idiomas poco habituales para estos géneros:
A. Turco
Jest Oldu – Versión interpretada por Anneke van Giersbergen, una balada transformada en un himno multicultural.
Anatolia – Canción interpretada por la banda Pentagram (también conocida como Mezarkabul) de Turquía.
B. Hebreo
Orphaned Land ha fusionado el metal progresivo con sonidos y líricas del Medio Oriente, cantando en hebreo, árabe e inglés.
C. Islandés
Sólstafir, banda islandesa que ha logrado reconocimiento internacional sin renunciar al uso de su idioma natal, dando a su música un aire etéreo y único.
D. Húngaro
Thy Catafalque ha demostrado que el húngaro puede convivir con estructuras musicales complejas y modernas, manteniendo la esencia de su tierra natal.
E. Japonés
BABYMETAL ha sido uno de los fenómenos más globales del metal reciente, combinando el J-pop con riffs explosivos y letras íntegramente en japonés. Gimme Chocolate! es quizás su canción más representativa.
F. Mapudungun
Mawiza ha incorporado el mapudungun en sus canciones, revalorizando la lengua y la identidad del pueblo mapuche dentro del panorama musical chileno y latinoamericano. Su propuesta ha tenido tanto eco que incluso colaboraron con Gojira.
G. Hindi/Panyabí
Bloodywood, desde la India, ha llamado la atención por sus poderosos riffs y letras en hindi y panyabí, abordando temáticas sociales con fuerza y autenticidad. “Bekhauf” es uno de sus temas más significativo.
H. Noruego
Enslaved, pioneros del black metal progresivo noruego, han mantenido el uso del idioma noruego en muchas de sus composiciones, explorando mitología nórdica y paisajes sonoros introspectivos. Mardraum es un ejemplo de su enfoque lírico y sonoro profundamente arraigado en su cultura.
El metal y el rock, más que géneros, funcionan como plataformas expresivas capaces de absorber y reflejar una diversidad cultural mucho más amplia de lo que a veces se cree. Y es justamente esa capacidad de adaptación e inclusión la que mantiene viva su llama en todo el mundo..
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