Lengua, identidad y guitarras: el eco del post-punk irlandés frente al centralismo cultural
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Hace unos días, el gobierno de Estados Unidos decretó que el inglés será el único idioma oficial del país para efectos de comunicación gubernamental. En paralelo, se anunció la eliminación progresiva de versiones en otros idiomas —como el español— en documentos oficiales y sitios institucionales. La medida ha despertado un debate intenso sobre identidad, inclusión y qué tanto puede o debe una lengua dominante silenciar a las demás. En ese marco, resulta inevitable pensar en otros contextos donde el idioma ha sido más que un simple medio de comunicación: ha sido motivo de disputa, exclusión y hasta resistencia cultural.
Desde hace aproximadamente un lustro, se ha desarrollado un revival —o renacer— del punk y post-punk proveniente del Reino Unido, particularmente desde Inglaterra e Irlanda. Menciono por separado a estas dos naciones no solo por razones geográficas, sino también históricas y políticas, como pronto verás.
En el caso inglés, bandas como IDLES (de Bristol, aunque con miembros de diversas nacionalidades), Shame (Londres) y más recientemente Wet Leg (Isla de Wight) han conquistado tanto a la crítica especializada como a públicos más amplios. Han aparecido en programas de televisión de gran alcance, cuentan con millones de oyentes mensuales en plataformas de streaming y han escalado a los escenarios principales de importantes festivales. Su música conecta porque habla desde la cotidianidad, desde una actitud más que desde una técnica pulida. El punk nunca ha necesitado virtuosos, pero sí personalidad, sentido del humor y una dosis saludable de cinismo.
Irlanda, por su parte, ha encontrado en FONTAINES D.C. a su estandarte más representativo dentro de este nuevo movimiento. Tal vez pronto se les una Inhaler, una banda con material sólido y el inevitable atractivo mediático de tener al hijo de Bono en sus filas. Pero lo de FONTAINES D.C. va por otro carril: surgieron como un grupo de estudiantes del British and Irish Modern Music Institute en Dublín, unidos por su amor a la poesía de James Joyce. En tiempos de TikTok y viralidad efímera, su historia parece una anomalía romántica, casi como si hubieran viajado desde los 80.
En su debut Dogrel (2019), las letras son cantadas o recitadas como si Ian Curtis hubiera tomado clases con John Lydon, y en algunas frases se asoma también el espíritu de Joe Strummer. Historias sobre Dublín contadas con honestidad, melancolía y orgullo, como si Alex Turner hubiera trasladado su Whatever People Say I Am... a las calles de la capital irlandesa.
Pero fue en Skinty Fia (2022) donde dieron un paso más allá, no solo en lo musical sino en lo político-cultural. La canción que abre el álbum, “In ár gCroíthe go deo”, es una pieza clave para entender esa diferencia identitaria entre Irlanda e Inglaterra. El título, en gaélico irlandés, significa “en nuestros corazones para siempre”, y surgió a raíz de una historia profundamente conmovedora.
El vocalista Grian Chatten relató en entrevista para Rolling Stone cómo una mujer irlandesa, Margaret Keane, fallecida en 2018 en Coventry, Inglaterra, fue víctima de una polémica post mortem: su familia quiso honrar su herencia incluyendo en su lápida esa frase en irlandés. La respuesta de la Iglesia Anglicana fue tajante: la inscripción fue rechazada por considerarse potencialmente política. “Podría percibirse como un eslogan”, argumentaron. La única manera de incluirla sería si se añadía una traducción al inglés —aunque en tipografía más pequeña—, como si el idioma original fuese una amenaza.El bajista Conor Deegan lo explicó con claridad: “Es profundamente perturbador escuchar cómo se sigue percibiendo lo irlandés como algo vinculado al IRA o al terrorismo”. Y lo más impactante no es que esto haya ocurrido en los años setenta, sino apenas en la segunda década del siglo XXI. Durante tres años, el proceso de duelo de la familia Keane se vio interrumpido por un prejuicio institucionalizado. Más tarde, se descubrió que en ese mismo cementerio había lápidas con inscripciones en galés, hebreo o latín sin necesidad de traducción.
En un mundo que avanza hacia la globalización pero también hacia el cierre de fronteras culturales, la música vuelve a ser una trinchera. La familia de Margaret, al enterarse de la canción en 2022, pidió escucharla y desde entonces suena ocasionalmente junto a su tumba, como un acto de memoria y reivindicación.
Mientras en algunos países se buscan políticas para reducir los idiomas en el espacio público, FONTAINES D.C. y otras bandas recuerdan que el lenguaje no solo comunica: también resiste. Y a veces, cuando se mezcla con guitarras eléctricas y poesía callejera, puede convertirse en un himno.
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